24 Marzo 2011
Por Alejandro Toral
Barack Obama asumió la Presidencia de su país con muchas esperanzas de cambios, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, donde América Latina no fue la excepción. Se creyó que el discurso de Washington, finalmente, podría encajar perfectamente en los cambios políticos, económicos y sociales que está viviendo la región; y como resultado, ya no ser tratada como el “patio trasero”, sino con la teórica igualdad y respeto con los que relaciones internacionales deben ser regidas.
En su primera visita a América Latina, Brasil, Chile y El Salvador serían las únicas tres paradas de Barack Obama; estos no fueron elegidos por sorteo en el Departamento de Estado, sino por su importancia en la seguridad y economía de la región. Los mandatarios latinoamericanos esperaban con gran expectativa la llegada de Obama a sus respectivos países, los temas de la agenda estaban propuestos y delineados: económicos, políticos, sociales, de seguridad… sin embargo, nadie se esperó que el tema más mencionado en los 3 destinos fuera el del ataque franco-anglosajón a Libia, además provocando retrasos o inasistencias a los “tours” que los mandatarios latinoamericanos le brindarían a Obama.
Dilma Rousseff fue anfitriona de una visita donde no figuró; porque tanto durante la reunión en privado como en la conferencia de prensa, el tema de los ataques aliados a Libia fue el que recibió mayor número de atención, tanto por la prensa como por Obama. En lo poco que se alcanzó a conversar, se descubrió que hablaban idiomas distintos: Brasil quería el asiento permanente en el Consejo de Seguridad, mientras que Washington buscaba mayores alcances comerciales.
Sebastián Piñera veía una excelente señal con la visita de Obama a Santiago, esto se confirmó con la firma de acuerdos nucleares, cuestionados por el país, y la propuesta de incrementar el comercio entre Washington y la región. Piñera lo secundó apoyándolo para poder revivir al ALCA, además le recordó que tiene dos Tratados de Libre Comercio en espera: Colombia y Panamá. La visita se tornó aun más comercial cuando dio un discurso en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) donde anuncio la “Alianza por la Igualdad”, copia de la “Alianza para el Progreso” de JFK. Tal vez en este país la visita fue más fructífera, no obstante, la prensa se enfocó también en el tema de los ataques a Libia.
Finalmente, en El Salvador, Obama cambió el tema económico al de seguridad, donde lució preocupado por la violencia que existe en ese país; por lo que aportó $200mdd para conservar la seguridad ciudadana en el triángulo centroamericano. Además, prometió, por milésima vez, que concretaría una reforma migratoria integral en los EUA. El fantasma de Libia siguió rondando en las preguntas de las conferencias de prensa.
Tal vez los ataques a Libia dieron una dinámica más interesante a la visita de Obama a América Latina, porque aparte de eso, solamente hubo pura retórica, con muchas promesas y buenos deseos, nada sustancioso, todo muy simple y escueto; este comportamiento es inherente al actual Departamento de Estado, con Hillary Clinton y demás funcionarios, hasta los mexicanos lo hemos comprobado en sus visitas cotidianas a nuestro país, llenas de adulaciones falsas e iniciativas que nunca se van a cumplir o llevar a cabo.
Parecería que por el discurso, Estados Unidos solo estuviera cumpliendo un protocolo al visitar la región, no obstante es ahora cuando Washington ve la imperiosa necesidad de reencontrar esa reconciliación con los países latinamericanos, especialmente en el ámbito económico y comercial, por el gran crecimiento que tienen los capitales chinos, especialmente en Brasil; vulnerando la influencia que EUA tenía sobre su gran backyard.